La nueva pareja tenía toda la vida por delante.
Y durante muchos años, fueron muy felices. Pero no tenían ningún hijo y eso era una pequeña sombra en sus vidas. Y así durante 20 años. Ya habían perdido la esperanza, pero un día ella notó un cambio en su cuerpo, que seguía siendo joven.
Su pecho se redondeó mas, su cara se puso mas transparente y aquel pelo maravilloso de color negro se tornó mas castaño.
Fue tan grande la alegría que ella olvidó por completo la amenaza de la vieja careca, que llevaba rondándola todos los años pasados.
Iba atener un hijo, por fin. Pensó que a su padre le hubiera gustado conocerlo, pero su pobre padre se fue hacía cuatro años, parece que fue ayer.
El embarazo fue horrible, siempre estaba con nauseas, la boca se la estropeó, el pelo se le puso lacio y se clareó, parecía como si la maldición fuera tomando cuerpo.
Estaban a punto de cumplirse 9 meses y parecía que llevaba veinte años embarazada. Su apariencia era de una joven vieja, con mas años de los que tenia.
Y llegó el momento, era día de feria y el viento quitaba el calor del cuerpo a las pocas personas que estaban en la plaza de Pesqueira.
Ella notó una contracción en sus entrañas, como si la agarrasen con unos garfios. Soltó un alarido y fue andando hasta la cama, en ese momento se paro y otro golpe de dolor la atenazó de tal manera que rompió aguas allí mismo, mientras se apretaba su abultado vientre.
Su madre acudió y la ayudó a tumbarse en la cama. Su marido Oscar apareció todo nervioso y le mandaron a buscar a la partera. En un tris tras fue y vino con ella, le pidieron agua caliente y cuando subió le echaron de la habitación.
....Y pasaba el tiempo, diez minutos, media hora, una hora, dos tres y en esto se oyó un grito mas desgarrado que los anteriores, luego vino un silencio y después un gemido de niño recién nacido. Oscar estaba tan nervioso que ni todo el tabaco que le habían traído de Brasil le hubiera calmado, se acercó a la puerta de la alcoba y torció el abridor mientras empujaba, penetrando con cierta violencia.
Lo primero que vio, fue a su mujer tumbada en la cama, con el pelo húmedo y pegado a la cabeza, pero estaba sonriente. Parecía aquella mujer que años antes le miraba directamente a los ojos y le volvía loco de amor, parecía que el tiempo había retrocedido y que todo seguía como entonces, cuando los dos se amaban como el primer día. Ella tenía la cara roja, llena de gotitas de sudor , que parecía rocío, y en la habitación olía a membrillos de finales de otoño.
Un gemido le hizo volver la cabeza, la partera venía hacía el con un lienzo manchado en sangre, que se movía, y del que salían los gemidos. La mirada de la señora era todo un poema. Tenía una edad incierta, vestido de negro y un pañuelo negro anudado a la cabeza. Y la cara, la cara con una sonrisa de oreja a oreja.
"Ha sido niño, es guapísimo y está bien", mientras decía esto avanzaba hacia el perplejo padre que parecía una estatua. No podía creer lo que veía. El hijo venía con una hogaza de pan debajo del brazo, y ese pan era la vuelta de su querida Beatriz mas bonita que nunca.
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