martes, 7 de junio de 2016

LOS PONETTA 8 La vida dura

 La vida dura.

  El tiempo siguió pasando lentamente en la rutina de los vecinos de Pesqueira, mientras los mejores vinos, maduraban en sus bodegas.
La muerte de la abuela del pequeño Rubén Ponetta, fue una prueba más en la vida de Beatriz. Su madre se fue apagando como una lamparilla de las que ponía en un vaso con aceite, y aunque esperada fue muy dolorosa. A partir de ahí tendría que asumir todas las tareas de la casa y del negocio.
Y venían tiempos difíciles, esa peste de las viñas seguía matándolas en zonas extensas de la comarca. Había poco trabajo y poco negocio, pero la compañía de su marido y la satisfacción de ver crecer a su hijo feliz y fuerte, compensaba.A veces recordaba los viejos tiempos con añoranza. Comparaba el tiempo antiguo con el cambio tan grande en su vida.
Su novio, el ferrocarril, su hijo, el negocio, y una lágrima se asomaba al pensar en su padre querido y en su amada madre, a la que no olvidaba nunca cuando se acostaba, rendida a las tantas de la noche.
Sé quedo dormida y sus sueños la llevaron por su infancia, sus amigos, sus padres y vuelta a sus amigas. Entonces vio desde fuera del sueño como aquella vieja calva del vestido negro desteñido y con aquel pañuelo a la cabeza, que se movía como si tuviera vida propia, con aquel compás de avanzar y retroceder, casi musical, con un ritmo visual y sonoro, un fru-fru que siempre la perseguía.
Las cercanas campanadas de la iglesia donde se había casado la despertaron del todo. No podía abrir los ojos del cansancio que tenia, pero hizo un pequeño esfuerzo y alli estaba, dispuesta a asearse y a comerse el día.
Oscar siempre se levantaba el primero, terminaba de recoger las cosas de la cocina , encendía la lareira y preparaba el desayuno. Así ella tenia tiempo de arreglar el dormitorio y de lavar y vestir a su hijo. Abrió la puerta que comunicaba su casa con el negocio. Un olor a comida y a especias le acarició la nariz. Abrió las contraventanas y la puerta del comedor, el sol entraba de lado a través de los cristales y parecía tímido, siempre era así en esa época del año. Cuando venía la primavera y los días se alargaban, Beatriz retiraba los visillos blancos y ponía unas cortinillas mas oscuras con flores amarillas que daban a la pieza una intimidad mas refrescante. Le gustaba dejar un poco las puertas abiertas, abiertas de par en par, al comienzo de la jornada, mientras colocaba las sillas en el suelo y así también podía atender a sus proveedores y saludar a los vecinos y amigos.
-Hola papa.
 Saludo el pequeño Rubén, acercándose a darle un beso. 
-Buen día hijo, donde vas tan repeinado y tan elegante?, no será que ya tienes novia?. 
!Papa!.
 Respondió el pequeño mientras sus mejillas se teñían como los tomates del final del verano.
-Hoy voy contigo a la feria, te ayudare un poco y así voy aprendiendo.
 Dijo voluntarioso el hijo.
-Vale, coge la cesta y vámonos volando.
La madre aparece en ese momento.
-Id con cuidado y daos prisa, que hoy será un día de mucho trabajo.

Así que los hombres de la familia Ponetta, a la compra y la mujer a aviar los alimentos para dar las comidas, eso si, con la ayuda de su amiga de siempre Elena, que llegaba en ese mismito momento, y que desde que eran niñas las dos, habían vivido muchas cosas en común, y algunas muy dolorosas, pero era tiempo de trabajo y las demás cosas quedaban atrás............ de momento.

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