
LOS PONETTA 7 Evocación.
La vieja careca recuerda también esa noche, cuando estaba en un duerme vela y oyó gritos que se acercaban hasta su casa y aquel sonido como un cañonazo que abrió la puerta, veía como aquellas mujeres horribles apenas iluminadas por sus propios candiles y algunos hombres entraban en la única habitación de su casa de piedra y oía nítidamente las voces que la increpaban, "puta, ramera, asquerosa, bruja" y como se tapó con aquella manta sucia, con olor a grasa animal y a semen y que había compartido con tantos hombres, incluidos los maridos y los hijos de las mujeres que la insultaban y que al final prendieron fuego dentro de la casa y que casi la costó la vida, quemándose casi entera y dejándola calva para el resto de sus vidas. Pero ella tomó aire, miró al centro de la plaza, se volvió a colocar el pañuelo sobre su calva sucia y siguió andando pidiendo y pidiendo. Y a muchos de los que se cruzaban con ella, los recordaba y a algunas de las mujeres también.
Pero eso no la importaba, los días de feria daban lo poco que necesitaba para la semana. Y además y aunque no recordaba los muchos años que tenia, algunas noches los hijos de sus anteriores visitantes seguían apareciendo para descubrir su secreto, que la hacia adquirir figuras muy agradables, diferentes y al gusto de cada uno de los visitantes y que luego se disipaban al acabar aquellos encuentros, y ella evocando sus propios deseos juveniles anteriores, les dejaba, alimentando su propia esperanza de tener un hijo y a cambio si querían ella aceptaba cualquier ropa, comida o moneda que la regalasen, aunque fuese robada de sus propias casas. Cuando la feria se daba mal, ella hacia el circuito urbano, iba llamando a las puertas de las casas y de los negocios y a veces a la hora de la comida la daban restos de comida, pan o algún trozo de queso.
En la puerta que acababa de llamar ya había estado antes.Volvió a llamar.
La vez anterior se había enfadado, porque después de llamar tres veces no la habían dado nada, y tenia cierto temor, porque siempre que maldecía ocurrían cosas horribles, pero ella no podía evitarlo. A su propia madre y a su abuela las pasaba lo mismo y pensó que la vida era una repetición insensata. Así que cuando oyó pasos que se acercaban a la puerta y ruidos de un cerrojo que la abrió, descubrió a un jovencito que la miraba con los ojos muy abiertos, asustado y que con voz balbuciente la preguntaba que qué quería, ella volvió a mover impaciente la mano extendida. Entonces temeroso el niño llamó a su madre. Ella solícita acudió rauda a la puerta y al ver a la vieja calva, su corazón se encoge con un espasmo de dolor.
-Que desea?
La espetó.
-Deseo lo peor para ti y para tu hijo.
Y dejando la cesta vacía en el suelo se dio la vuelta y desapareció, con un pequeño trotecillo, dejando detrás de si un rastro de incertidumbre y un reguero humeante. Beatriz cogió a su hijo en brazos y lo apretó contra su seno mientras sus ojos destilaban lágrimas de dolor y de miedo por su hijo.
.....Y el tiempo tendría siempre la ultima palabra, como así seria en un futuro, no muy lejano.
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