30/3/16
![]() | ![]() ![]() | ||
….yo, oía tan bien, quien me ha visto y quien me ve, le veo mover los labios, pero no escucho nada de lo que dice, solo pitidos en los oídos, tuve una vida tan bonita, mi hijo, que era tan mi amigo, murió, com 61 años. Mi cabeza, ya no da para nada, me recuerdo de mi padre y de mi madre, y solo tengo ganas de llorar. 95 años tengo, toda la vida trabajando.
Hoy tengo un mal día, casi no me he podido levantar de la cama, no he dormido en toda la noche, mi difunta madre, que últimamente me visita, para darme un beso de buenas noches, no ha venido y mi padre que falleció hace 42 años, viene mientras duermo, se sienta en la esquina de la cama y me mira, pero no mueve los labios.
Oigo un murmullo de risas de niños y me pongo triste, mi madre llama a Luisa, que es mi hermana pequeña y luego oigo mi nombre y pienso en mi padre los domingos, ya había viajado por medio mundo y ese día se vestía de rigor, con lazo sobre el cuello de su camisa blanca, siempre negro, como su americana, cuando oí que había venido con una americana negra, pensé que después de cinco años fuera, igual traía un hermanito preto, luego nos reiríamos los dos de aquella imaginación mía. Ahora escucho mi nombre con fuerza.
-Ricardo, sal a buscar a tu padre, date prisa, corre! Ricardo, corre!.
Los pasos en la escalera retumban con aquel estruendo que tanto irritaba a mi madre.
-Voy a por la bengala de papa.
Se abre la puerta bruscamente y alli aparece un niño del que casi no me acuerdo, se parece, pero también he perdido vista y no estoy seguro, me incorporo un poco en la cama, el me mira, sonríe, me hace una mueca, coge el bastón y baja como yo solía, a saltos.
-Vamos Luisita, que esta llegando el tren.
-Id con cuidado.
Escucho desde lejos el repetido consejo de mi querida madre.
A lo lejos el humo y el ruido del tren al entrar en la estación, llena de animación, la calle repleta de familias con niños, el quiosco de las golosinas abierto, el café, las pastelería, los taxis, esperando la aparición de los clientes, algunos carros con burros y mulas de tiro, en la zona de mercancías, los mozos con aquellos carritos de mano llevando raudamente los bultos y aquellas maletas forradas de tela o atadas y con etiquetas con miles de cosas y tesoros ocultos de vete a saber que territorios lejanos.
….Y alli apareció radiante, con un sombrero en la mano vestido con su americana negra y su lazo oscuro, con aquella sonrisa que tan felices nos hacia, nos hizo una venia y descendió, como los artistas del cine, eso era lo que el parecía, un Burt Lancaster.
Abrió los brazos y una joven preciosa del anden, dio unos pasos y le abrazo, el cortésmente correspondió, pero sus ojos en mis ojos me decían otra cosa, avancé, ayudé, a la moza a separarse y salté a la misma altura de su abrazo, cara con cara, su fuerza me dejó casi sin respiración, su olor a America me perturbó, me separé un poco y mi hermanita, con lagrimas en los ojos, conoció por fin a nuestro padre.

No hay comentarios:
Publicar un comentario