viernes, 22 de julio de 2016

EL CARNICERO








 EL CARNICERO CERO


Un hecho trágico y brutal que el Cacum presencio cuando estudiaba 2º de bachillerato, tenia entonces 12 años, le hizo aborrecer durante muchos años los perritos calientes, las salchichas, los frankfurt, y aun continua. También dice que vete a saber lo que llevan dentro.
En aquel tiempo se llamaba salir al recreo y todos los niños y niñas, (véase que era un colegio mixto), salían en tropel a jugar a la pelota, al gua, al peón, a las chapas, al cirio, al corro, a la comba, eso era de las niñas, y me estoy enrollando. Ese día, mi abuelito hizo algo diferente, fue a ver como derribaban una de las muchas casas que se demolieron en su pueblo.
En el pueblo había dos carnicerías, la carnecería de abajo y la carnicería de arriba, esa letra de diferencia siempre le intrigo, y aun sigue. 
Pues bien, al pasar por la carnecería de abajo, y justo enfrente, un perro y una perra estaban ligados, como solo ellos saben hacer.
El macho era bastante mas grande que la hembra y de diferente marca. La hembra, casi colgando del macho, gemía. Mi abuelo y sus amigos nunca habían visto antes nada parecido y se quedo mirando, sus amigos también.
En eso salió el carnicero, con su delantal sucio de sangre, con aquella ceja que le servia de sombrilla, mal afeitado, colorado y gordo, en una época en la que estar gordo era difícil. Traía un cuchillo largo en la mano derecha, en la izquierda le faltaba medio dedo de señalar, pero llevaba un corazón de conejo de monte, se lo echó al perro y cuando este se arrimó a olisquearlo, !zas! el cuchillo cortó el aire y el miembro del perro, de un tajo certero, cercenando la unión. Después, haciendo un esfuerzo, el carnicero recogió aquel corazón y volvió todo contento a su negocio.
La perrita salió corriendo para un lado y el perro amputado para otro, aullando de dolor, enfilo la calle Mira el Río, que aun existe, dejando detrás de si un reguero de sangre y un olor que nunca olvidara, dice mi abuelito. El perro llego a la orilla del río y se escondió en unas matas de zarzamora.
Lo primero que hizo el Cacum, cuando salió de misa el domingo, que entonces estaba de moda, fue ir a ver que había sido del perro, así que se acercó a donde le había visto por ultima vez. Un intenso y definitivo olor fue la respuesta.
El carnicero-cero perdió algunos clientes, eran otros tiempos, pero alguien de vez en cuando metía palillos en las cerraduras y le tiraba basura en la puerta de su negocio.
Un par de años después la carnecería de abajo cerró, y quedó solo abierta la carnicería de arriba. Hoy no queda ninguna. Mi abuelito tiene dos perros, el Pipo y Coca, son de diferente marca y la hembra es el doble de grande.

                   FIN

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