lunes, 6 de junio de 2016

CUENTOS DE ABISHINKY 4 La Bruja de la Cueva





LA BRUJA DE LA CUEVA

 El mercadillo de los sábados

    Así era, hasta donde la memoria de los mas viejos llegaba, era un mercado a estilo antiguo, en el se compraba, se vendía y cambiaba todo, productos de la huerta y del campo, artesanía, calzado y ropa y gran variedad de artículos, que los buhoneros y los feriantes traían de vaya usted a saber donde. Oliyah, era de las primeras en llegar, ese día era el único que venia al pueblo a vender sus mercancías, huevos, algún conejo o pollo y de vez en cuando, algún queso de sus cabras y que hacia su abuela. Pero era su secreto, todos creían que ella misma, con sus delicadas manos, los elaboraba. Si supieran que eran fruto del trabajo de su abuela, nadie los compraría. Nadie sabia el nombre de ella, pero todos la llamaban “la bruja de la cueva”, pues si, ella y su nieta vivían mismamente en una cueva, nadie había estado dentro nunca y cerca pocos, todos contaban historias de la bruja que ponían los pelos de punta, sobre todo a los niños. Oliyah, ocupaba siempre el mismo sitio en el mercado y a su lado ya estaba instalado Ricardo, un joven artesano de la madera, que siempre llevaba un mesa y seis sillas y otras piezas que el colocaba artísticamente, y además guardaba el sitio a la joven. Cuando la veía cruzar el puente con aquella gran cesta, su cara se iluminaba y siempre decía lo mismo, “ya me he ganado el día”, a veces era así mismo, cuando no vendía ni una escoba .
-Buenos días Oliyah, que bonita estas.
-Hola Ricardo, me alegro de verte.
Así era siempre el comienzo de la jornada . Luego, ella iba a dar una vuelta por los demás puestos a comprar para la casa, todos la saludaban y ella les devolvía sus mejores sonrisas, después comentaban la mala suerte de la muchacha por tener una abuela bruja. Ahora también, pero hace muchos años, cuando la hija de la bruja se tuvo que ir de su casa y del pueblo, nadie sabia por que, la gente decía, que había muerto a manos de su madre, por tener un amigo secreto, que la visitaba por las noches, y de un día para otro, la madre de Oliyah desapareció y el hijo del obispo, también. …Y eso dio lugar a muchas habladurías, “ que si estaban liados, que si la bruja los había matado, que los había convertido a los dos en cabras” y mas chismes, que al día de hoy ya quedaron medio aclarados, cuando la madre de Oliyah retornó a su casa gravemente enferma y con una preciosa hija. La bruja no la perdonó por el abandono, y después de su muerte, maldijo a la niña.
-Yo te maldigo, carne de mi carne y sangre de mí sangre, tendrás una vida de soledad y dolor como la que tu madre y todos los vecinos del pueblo me han dado, y para que veas que no soy tan malvada, tienes el día del mercadillo a tu disposición, con la misma presencia que ahora, los demás días y noches tendrás mi apariencia, y veras que la soledad, la crueldad, y el odio, que antes habitaban fuera de esta cueva, han conseguido invadirla también. Solo se te quitara el hechizo si encuentras fuera el amor que yo no he tenido nunca.
Dicho esto, la bruja le puso a Oliyah la mano en su frente, mientras decía entre dientes unas palabras secretas y esta se transformo en una vieja vestida de negro, y con una pinta de bruja que daba miedo. Después, se montó en su escoba favorita, que estaba tumbada en el aire, esperando, y la dijo, llévame deprisa al infierno, la escoba arranco y la bruja se tuvo que agarrar, si no se cae, y después de unos golpetazos contra las paredes, al fin consiguió encontrar el camino para el averno, y desapareció, para siempre. Los primeros tiempos de la niña fueron duros, pero era fuerte y animosa y todos los viernes de mercado fueron para ella una bendición, y así fue creciendo en espíritu y en cuerpo, y si no que se lo pregunten a Ricardo, que estaba triste toda la semana, pero cuando llegaba el viernes, le entraba un desasosiego, que automáticamente desaparecía cuando la veía venir por la rivera del río y cruzaba aquel puente, Los días anteriores habían sido muy lluviosos, Ricardo pensó que seria una buena temporada de cogumelos. El río venia muy crecido, y el muchacho que ya había colocado todas sus mercancías, no quitaba la vista del puente, el agua lamia el paso , un palmo de altura, al fin apareció, como cruzaría?. Oliyah se quedo unos segundos pensativa, tenia dudas, al fin decidió no descalzarse aquellas botitas rojas que llevaba siempre, con un pequeño impulso se subió en el pretil del puente y haciendo equilibrios, como si estuviera en una pasarela, consiguió cruzar. El joven suspiro y ella, también. La señora que estaba al lado de la joven sonrío al verlos y se la oyó decir, “ aquí hay negocio”. Y así fue, un buen día de negocios, en todos los sentidos. Y el mercadillo terminaba.
-Bueno Ricardo, me voy antes de que crezca mas el nivel del río.
-Si quieres te llevo en brazos, para que no te mojes.
-No, cruzare igual que esta mañana, gracias.
-Como quieras, hasta la semana que viene.
-Adiós, Ricardo.
Oliyah, cogió la cesta y se fue toda contenta, llego al puente, y vio que el nivel había subido un poco, cruzaría de la misma forma que por la mañana. Dió un pequeño impulso y ya estaba arriba del la baranda, empezó a cruzar, procurando no mirar a las turbulentas aguas, que la atraían, traicioneramente. Ricardo desde la otra orilla observaba con temor, el paso de su amiga, al otro lado, y cuando ella llego al fin y salto al camino, vio como cayo al suelo, él salto como un resorte, cruzó tan rápido que ni el agua que anegaba el puente le mojó su calzado, la ayudó a levantarse y vio por el dolor de su cara que la torcedura de tobillo había sido algo serio.
-Te acompaño hasta tu casa.
-Solo hasta el portón de la cerca, a mi abuela no le gusta que venga nadie.
-Como tu digas.
 Y dicho esto, la cogió en brazos y caminando por la orilla de aquel río, unas veces bravo, en otros amigo, fueron los dos, en ese momento, los mas felices, sobre todo, el.
-Bien, déjame, desde aquí iré yo sola andando.
Ricardo la deposito con delicadeza en el suelo, un gesto de dolor, delató el intenso sufrimiento de la muchacha.
-No es nada, te pido por favor que regreses ya, a tu casa.
-Mañana vuelvo a verte.
-De ninguna manera, me veras como siempre en el mercado del viernes, prométemelo.
-No me parece bien, pero como tu quieras, adiós.
Ella, casi a la pata coja, consiguió llegar a su casa. Su casa era una cueva, en el frente de fuera, había como un muro, adosado a un talud de tierra, en el centro del muro una puerta de madera de árbol, y a cada lado una ventana, que se hacían mas grande en invierno, para que entrase mas luz, y que en verano, solo dejaban entrar el aire, si venia fresquito. Nada mas cruzar la puerta se entraba en un cuartito, una especie de recibidor, donde no se recibía a nadie, a través de el, se introducía uno en el corazón de la pequeña montaña, una pieza grande, donde se hacia la vida de la casa, cuando la hubo, con una lareira y dos pequeñas habitaciones una a cada lado del recibidor, era toda la vivienda. Fueron pasando los días, y llego el viernes, Ricardo, no había podido dormir bien esa noche, y las anteriores, tampoco. Allí estaba expectante y nervioso, ya debería verla venir, esperó y esperó y desesperó. Pero el recuerdo de las palabras de Oliyah, le hicieron desistir, tendría que esperar otra semana, a que ella sanase y pudiera volver a su vida anterior…..y vuelta a lo mismo, otro viernes y que no aparece, espera un poco mas y nota como todo el mundo esta pendiente de el.
-Ya vengo.
Le dice a su vecina. Sale corriendo, cruza el puente, y en un par de minutos esta a la puerta de la cueva.
-Oliyah, soy Ricardo, abre la puerta.
-Vete, aun no estoy curada.
La voz de la joven se oía, débilmente.
-No me iré si no te veo antes.
-Por favor, vete, ya nos veremos cuando este mejor.
-De ninguna manera, abre la puerta.
Unos ruidos, unos pasos acercándose, el cerrojo quitándose y el chirriar de la puerta, le hicieron, separarse de ella. De la oscuridad, salió la abuela de su amiga, y con una pinta de bruja del carallo.
-Ya te ha dicho mi nieta que te vayas.
-Quiero verla, de aquí no me mueve nadie.
 Dijo esto pisando fuerte en el suelo. De debajo del faldón de la abuela salió un gran gato negro, este se dirigió a Ricardo, y de un salto se le subió en el hombro.
-Vete de aquí, que te conviene.
Después de decirle el gato, estas palabras al oído, le da un fuerte arañazo en la mejilla, luego salta y se vuelve a meter entre las faldas de la bruja.
-Si no te vas te puede ocurrir cualquier desgracia.
-No me importa, lo que me pase a mi, solo quiero saber que ella esta bien.
Un gruñido le hace girar la cabeza, a dos metros, detrás de el, un enorme lobo, con los ojos inyectados en sangre y que enseña todo lo que se llama boca, le mira fieramente.
-Aunque me cueste la vida, no me iré.
El lobo se sienta, y la bruja saca un pañuelo de hierbas, se limpia los mocos, después mira otra vez el pañuelo y al final se lo guarda.
-Porque tienes tanto interés en ver a mi nieta?
-Soy amigo suyo, desde que la conocí, no sabría vivir sin verla.
-Ya la ves todos los viernes, no te parece suficiente?
-Yo quiero verla todos los días, y si ella quisiese,  me casaría con ella mañana mismo.
-No te importan, los rumores sobre su familia?
-La mitad son mentira, seguro y la otra mitad, no son verdad.
-Y donde viviríais?
 -Viviríamos, donde ella quisiera, en esta casa o en la mía, en el cariño de los amigos, que la conocen y la quieren, en el aire que nos acaricia y nos trae perfumes diferentes, en estas praderas y montes y ríos claros. Y en la sonrisa de nuestros hijos.
El notó algún cambio, pero pensó que sus palabras bucólicas, le habían alterado su espíritu, la vieja, ahora, ya no le parecía tan vieja, ni sus vestidos ajados y negros, ya no le parecían repugnantes, hasta vio un cierto parecido entre ella y su nieta, y así en un tris tras, delante de el estaba la mismísima Oliyah en persona, sonriente y preciosa, como siempre, Ricardo, que aun no sabia por donde le daba el aire, se acerco a ella y la abrazo, y ella a el. El gato y el perro, también se hacían fiestas, el futuro prometía para todos.
 -Maldición, acabo de pisar una mierda del perro. Ya decía yo, pero me parecía todo tan perfecto.

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