jueves, 24 de mayo de 2012


Trogloditas.


Las ratas del polvorín del Renegado, estaban hambrientas, y también impacientes, comenzaba a caer la tarde y estaban preparadas para la prueba, ellas sabían que habían cambiado la guarnición, cada 24 horas era lo mismo y todos los soldados a esa hora se sentaban debajo de aquel árbol, que había sobrevivido a tantos conflictos, antes y después de aquella locura que hizo que nuestro país se volviera criminal y exterminase y persiguiese por todos los medios a una parte de sus habitantes; el árbol, una morera llena de impactos, acogía a los soldados y las raíces descarnadas, a las cuevas de aquella legión de ratas, gordas y descaradas. Al otro lado de aquel pequeño lecho por el que discurría un riachuelo, muy pocas veces y que perdía su agua, devorada por aquellas bocas abiertas donde algunas ratas recién nacidas, o borrachas sucumbían enseñando el camino de no volveras a las demás hermanas.
... Decía, que al otro lado del lecho del río, estaban las trincheras y las alambradas, y allí estaban las ratas que no tenían hambre, cuando había muchas en la parte alta, era señal de lluvia.
Nuestra compañía de "transportes", pertenecía al cuartel de automovilismo, pero alguna vez, también nos tocaba ir a hacer guardia al polvorín, con todo nuestro armamento en perfecto estado. Claro que nuestra marcialidad, era una cosa que se fumaba con tabaco, nuestros uniformes, usados, y que debieron pertenecer a los soldados forzosos que perdieron la guerra y que como un "tu la llevas" fue pasando de reemplazos  llegando hasta el  "68", pero no francés, un poco mas abajo, aquí aun quedaban en el mando militar, una pirámide cuartelera dueña de las esencias patrias, perdedora de todas las guerras, menos de la que hizo contra sus propios hijos.



1 comentario:

ojkrin dijo...

Las guerras, esa puesta en escena donde se pone a prueba no sólo el armamento, a veces obsoleto, sino la adhesión humana a la patria que toque. No hay honor en las batallas entre hermanos, hijos, vecinos...sino resultados de diversos experimentos que no acaban y que se van sofisticando. Y es que nunca se verán los mandos enfangados. Sólo sirven como observadores, mientras se matan los hombres sin tener claro el porqué. Y a cada muerte, sobreviene ese instinto patrio que es buscado al fin y al cabo por aquellos que se esconden detrás de sus galones. Lástima que esos galones no sean de gasolina y se prendan cada vez que envían hombres a la muerte. Sólo son bajas colaterales y prescindibles...necesarias según ellos para preservar el sistema.
El ejército, es lo único verde que necesita ser cuidado para que no dé sus frutos. Palabra de jardinero.
Un abrazo pacífico y sosegado.
Salud.-